El uso de medicamentos administrados por via inhalatoria es un método muy común para administrar fármacos a órganos como los pulmones de manera más rápida que la tradicional por vía oral.

Sin embargo su administración requiere de una técnica adecuada sin la cual podemos perder parte del efecto o incluso producir efectos secundarios no deseados.

Una inhalación muy forzada o agresiva puede producir una corriente de aire inspirado demasiado fuerte de manera que el polvo en suspensión choque contra el fondo de la garganta. A este efecto se le conoce como depósito orofaringeo y provoca que una menor cantidad de fármaco llegue al pulmón, y por tanto un menor efecto al deseado.

Una vez inhalado, se ha de mantener la respiración entre 20 y 30 segundos. El medicamento es un polvo que va suspendido en el aire y que una vez que llega al pulmón debe de depositarse en los tejidos que recubren el pulmón por dentro. Si exhalamos el aire demasiado rápido, no dejamos tiempo al polvo medicamentoso a depositarse en esos tejidos y lo expulsamos sin que pueda hacer su efecto terapéutico.

Por último, tras la utilización de inhaladores que contengan corticoides, se debe enjuagar la boca con abundante agua. Si se deposita polvo en la boca puede provocar la aparición de hongos.

Por último recordamos que cada dispositivo de inhalación tiene su propia técnica. Aquí os dejamos un video explicativo de cómo utilizar un inhalador a presión.

En los casos en los que la técnica adecuada sea de difícil aplicación, se pueden utilizar cámaras de inhalación. Estas cámaras son de aplicación rutinaria en pediatria, pero pueden ser útiles en adultos con poca capacidad inhalatoria como ancianos o enfermos de EPOC.

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